jueves, 17 de abril de 2008

El caso Mattei

La esperanza es que la sociedad
civil llegue a comprender de qué
burla se le hace objeto por parte
de quien posee y administra el
poder en su nombre, cuando no ejerce
un constante e inexorable control
democrático que limite sus abusos.

Francesco Rosi


El caso de Enrico Mattei (1926-1962) es paradigmático porque representa una voluntad del Estado nación de actuar independientemente y de manera soberana frente a los grandes poderes del mundo: las compañías petroleras, por ejemplo.
El contexto de su actuación es el de la postguerra, los años posteriores a la segunda guerra mundial cuando el gobierno italiano le encarga desaparecer la Agip (la Pemex de Mussolini) y durante todos los años 50 no solo no la disuelve sino la reestructura y la integra al nuevo ENI, Ente Nazionale Idrocarburi. Enrico Mattei fue el que bautizó a las petroleras de su tiempo con el nombre de “las siete hermanas” que dominaban al mundo en materia de energéticos: Exxon, Mobil, Chevron, Texaco, Gulf, Royal Dutch Shell y British Petroleum. Ningún país podía entonces, hacia 1960, mover un dedo sin consultar con estas tansnacionales que influían hasta en al forma interna de gobernar.
En la práctica las “sette sorelle” se han reducido a cuatro: Chevron-Texaco, British Petroleum, Exxon-Mobil y Shell. Cuarenta y cinco años después la composición de poder ha cambiado y ahora las siete empresas, de propiedad abrumadoramente estatal, son la Saudi Aramco, de Arabia Saudita; la Gazprom, de Rusia; la CNPC, de China; la NIOC, de Irán; la PDVSA, de Venezuela; la Pteobras, de Brasil, y la Petronas, de Malasia, que controlan casi un tercio de la producción mundial de gas y petróleo y más de un tercio de las reservas de ambos hidrocarburos.
El caso es que Enrico Mattei se enfrentó a las grandes petroleras de su época y ese atrevimiento le costó la vida: el 27 de octubre de 1962, bajo una lluvia gris y ventosa, su jet privado se estrelló en Bascapé, antes de tocar tierra en el aeropuerto Linate de Milán. El secretario de la Defensa de entonces, Giulio Andreotti, se apresuró a declarar que había sido un accidente.
Lo poco que después supimos fue por la película de Francesco Rosi, El caso Mattei, de 1970. La cinta es una exposición narrativa de tipo periodístico, con testimonios y documentos, fotografías y grabaciones, que deja la sospecha de que el avión de Mattei —interpretado admirablemente por Gian Maria Volonté— fue saboteado en el aeropuerto de Catania, en Sicilia. Alguien, aparentemente de la mafia o de los servicios secretos franceses, se introdujo en el aparato y desactivó algunos instrumentos, entre ellos el altímetro.
Se trata de la historia de un político que realmente tenía el sentido del Estado. Enrico Mattei creía que, como Estado y como nación soberana e independiente, Italia tenía derecho a decidir a quién le compraba petróleo directamente. Con Mattei a la cabeza de las negociaciones, el gobierno italiano decidió comprar de manera bilateral petróleo a los países árabes, a Arabia Saudita y a Túnez, para sus refinerías. También le pareció natural y lógico, por el precio o por lo que fuere, traer petróleo de la Unión Soviética. No es improbable que haya sospechado, porque era tan astuto como un zorro, que las transnacionales petroleras lo iban parar de tajo. Pero lo hizo, con gran dignidad y con un discurso interesantísimo si pensamos en lo que era la geopolítica de su tiempo.
Treinta y cinco años después, en 1997, se reabrió el caso en Italia. Llegó a establecerse que el testigo primero, el que declaró a horas del siniestro que había visto y oído una explosión en el cielo antes de que el pequeño jet se precipitara, había cambiado su declaración porque le regalaron una casa nueva. Luego. Se supone que su silencio fue comprado y que, en efecto, se trató de una bomba. Cuando se revisaron los archivos de la Rai (la tv italiana), donde se conservaba el video, se vio que había desaparecido el sonido. Sólo podría ahora acusarse a ese testigo, Mario Rochi, de dar falso testimonio y la ley de la omertà seguirá siendo la reina.
Junto al presidente del ENI —según una nota de Roberto Montoya en El Mundo— murió el piloto Irnerio Bertuzzi y un periodista norteamericano, William McHale.
Realmente Mattei era un obstáculo para las compañías petroleras estadounidenses. Muchas de sus operaciones en Europa occidental fueron obstaculizadas por Mattei, un hombre polémico y muy incómodo, de arrolladora personalidad. El ENI italiano era con mucho la compañía petrolera independiente más importante de Europa. La familia Mattei siempre pensó que las “siete hermanas” encargaron a la Cosa Nostra que, a través de la mafia siciliana, organizara el atentado contra Mattei y por eso mismo encargaron una investigación privada.
Más tarde Tomasso Buscetta, uno de los mafiosos “arrepentidos” más creíbles de la justicia italiana, confirmó que a Mattei lo había asesinado la mafia siciliana por una petición especial hecha por una familia de Cosa Nostra de New Jersey, la tierra de los Soprano. Otro testimonio ha sido el de un exagente de la KGB soviética, Leonid Kolossov, que trabajaba en la representación comercial de la URSS en Roma y con la cobertura de corresponsal de Izveztia. De Estados Unidos viajó expresamente para supervisar el atentado el capo Marcello Carlos II Piccolo. Sus socios sicilianos pudieron inmiscuir en el equipo técnico de mantenimiento del aeropuerto de Catania a uno de sus “soldados” para que colocara el explosivo.

http://resistenciamattei.blogspot.com


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