jueves, 15 de mayo de 2008

Política del chapopote

Pecatta minuta


1. Sea como sea o haiga sido, lo cierto que un grupo de representantes de los intereses del pueblo de México exoneró ya al secretario de Gobernación, Luis Camilo Pémex Mouriño, de haber incurrido en lo que se conoce en los países civilizados (donde aún existe el Estado) como “tráfico de influencias” y subrayó que incluso el campechano por naturalización había actuado conforme a la “ética”. Qué bueno, los políticos profesionales de la Cámara salvaron la estirpe de los mexicanos.
La comisión especial de la Cámara de Diputados, montada para investigar la legalidad de los contratos de Pemex-Refinación de 1997 a la fecha, estuvo integrada por los muy honorables e insobornables diputados Xavier López Adame, del PVEM; Antonio Valadolid Rodríguez y Obdulio Ávila Mayo, del PAN; Raúl Cervantes, del PRI; Miguel Ángel Jiménez, de Nueva Alianza, y Armando García Méndez, de Alternativa. Casi todos ellos abonaron su argumentación con razonamientos muy semejantes a los que esgrimió el secretario de Estado en su carta del 12 de mayo, defendiéndose. Y no está mal que lo hayan hecho así porque la familia Pémex Mouriño es una de las familias más honorables del estado de Campeche. Todo el mundo lo sabe.
Para no pocos lectores de periódicos se quedaron cortos los representantes populares porque se abstuvieron —en nombre de quienes los eligieron— de pedir una disculpa al funcionario calumniado. Hicieron saber que no ha habido indicios de que el Secretario se haya aprovechado de sus cargos públicos para inducir a directivos de Pemex-Refinación a celebrar convenios con la empresa de su familia Transportes Especializados Ivancar, S. A., mejor conocida en el sureste como Teisa, aunque soslayara así a otras empresas que compran “licitaciones”.
Teisa nunca conoció trato privilegiado en los contratos de Pemex-Refinación, antes al contrario: su relación con la paraestatal ha sido la misma que tienen las 143 compañías afiliadas a la Cámara Nacional de Autotransporte de Carga. Y con todo esto tutti contenti, o para que mejor se entienda: pecatta minuta y a otra cosa.
Lo que más agradó a la opinión pública fue la elegancia, la discreción y el recato, que tuvieron los incorruptibles diputados al inhibirse de proponer la erección de una estatua del licenciado Pémex Mouriño —para restañar su honor— en el Paseo de la Reforma, justamente donde se erige ahora la Fuente de Pemex, a la entrada de las Lomas.

2. El caso Mouriño, pues, nos ha demostrado una vez más que no hay que asumir nuestra ignorancia en materia de petróleo, mucho menos en estos tiempos en que todo está en internet sabiéndolo buscar. Los diputados no son geólogos ni ingenieros químicos: son especialistas en generalidades. Bastó que se pusieran a estudiar un poco para entender el tejemaneje de los contratos —la apropiación de bienes públicos dentro de la legalidad— y prepararse para el debate.
Se nos ha querido hacer creer que el asunto del petróleo es un saber críptico inaccesible para el común de los mortales. La verdad es que no tiene tanta ciencia. No se necesita ser ingeniero petrolero ni descifrar la estructura molecular del chapopote para discernir cuál es la situación geopolítica, económica y de mercado de nuestro petróleo y cuál la lealtad de las empresas mexicanas que en cuanto tienen éxito lo primero que hacen sus nalgaprontas es venderlas al extranjero. (Los bancos, el tequila, la miel de abeja para pancakes, los hoteles.)
Y ya en este tren, frente a la pantalla, cualquier persona puede ponerse a investigar qué es y qué ha significado para México una transnacional de asesoría empresarial o industrial como la famosa escocesa Mackensie, que reestructura empresas, las arma y las desarma, las desmembra para su mayor eficacia. Lo ha hecho con Pemex y lo va a hacer de nuevo (por unos 20 millones de dólares), pronto. Habría que preguntarle al hijo de Jesús Reyes Heroles.
También podría indagarse, si hay suficiente curiosidad intelectual y sensibilidad política, qué ha sido del Instituto Mexicano del Petróleo. ¿Por qué se le desmanteló, si de él salían estupendos funcionarios del petróleo y muy buenos técnicos petroleros? Véase: Comité Enrico Mattei. http://resistenciamattei.blogspot.com/
¿Qué hacer con un párrafo como éste, uno de esos enunciados que han hecho pensar que nuestros honorables y patriotas empresarios prácticamente se sacarían muchísimas veces la lotería, así sea como una no despreciable gratificación por su participación en las sospechosas elecciones de 2006?
“Las personas que pretendan realizar las actividades o prestar los servicios a que se refieren los párrafos anteriores (transporte, almacenamiento y distribución de gas, así como servicios de refinación de petróleo), podrán construir, operar y ser propietarios de oleoductos, instalaciones y equipos en los términos de las disposiciones reglamentarias, técnicas y de regulación que se expidan.” Artículo 4to de la reforma de la iniciativa de reforma de la Ley Reglamentaria del artículo 27 constitucional.
Basta interrogar la red para enterarse de que por lo menos siete de las grandes compañías de petróleos en el mundo son de propiedad abrumadoramente estatal, como Pemex: la Saudi Aramco, de Arabia Saudita; la Gazprom, de Rusia; la CNPC, de China; la NIOC, de Irán; la PDVSA, de Venezuela; la Pteobras, de Brasil, y la Petronas, de Malasia, que controlan casi un tercio de la producción mundial de gas. ¿Por qué será que no se han privatizado?

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